Pero esta actitud ambivalente de los conquistadores hacia las comunidades chiriguanas era circunstancial. El deseo último era vencer a ese núcleo de guerreros que dominaban esa regiónestratégica e imposibilitaban los planes expansivos y una adecuada estabilización de la situación colonial.
Los chiriguanos no solo hacían la guerra casi diariamente al español —lo cual ocasionaba pérdidas humanas y materiales en forma constante—, sino que además tenían en su poder inmensos territorios aptos para el cultivo y ricos en minerales; poseían cientos de esclavos queeran ideales para el trabajo en las minas.
Estas comunidades se habían convertido en un obstáculo serio, habían rechazado con gran violencia a los primeros misioneros jesuitas y franciscanos, eran un flagelo que era necesario eliminar.
Así lo entendió el virrey Francisco de Toledo, quien a partir de 1571 llevó a cabo una serie de operaciones militares encuadradas en un plan de aniquilamiento de chiriguanos.
El plan fracasa definitivamente en 1574, con la victoria indígena, que fue total y en medio de una desordenada retirada española.Frente a esta realidad se inició un período de relativa calma para ambos bandos, que decidió a los españoles a fundar varias ciudades como estrategia tendiente a neutralizar a los rebeldes pormedio de un rodeo paulatino y la interrupción de sus vías naturales de comunicación.
Mientras tanto, algo semejante sucedía con los guaikurúes del interior del Chaco. Con el arribo de los conquistadores esta cultura inició un proceso de relativo repliegue, defendiéndose en elcorazón del agreste paisaje chaqueño aunque manteniendo las posiciones.Desde un primer momento los españoles iniciaron “expediciones de castigo”, que si bien no fueron profundas, provocaron un desgaste creciente entre las comunidades, como en el caso delos abipones, que obligados a la celebración de continuos tratados de paz, poco a poco fueron arrastrados a un estado de confinamiento cada vez mayor.
Pero a pesar de este hostigamiento el territorio se mantuvo libre.En realidad la penetración española era raleada y discontinua, porque además de la resistencia indígena se carecía de un plan para conquistar el Chaco; esto es ocuparlo, mantenerlo y colonizarlo.
Las expediciones de castigo de los conquistadores que se prolongaron desde 1521 hasta la desaparición del dominio español en América lograron rodear el bastión indígena a partir de la fundación de ciudades que permitieron por un lado un asedio secular y por otro defender los espacios en vías de colonización.
La certeza de los españoles de no poder ocupar el Chaco los llevó probablemente a desplegar una estrategia de rodeo para dar en el momento oportuno el asalto final que nunca pudieron llevara cabo.[6]
En otra parte de la llanura, en la Pampa y en el sur del Litoral y Mesopotamia, las comunidades indígenas de “avanzada” por causas naturales de ubicación, los querandíes y guaraníes de las islas respectivamente, rechazaron los primeros desembarcos españoles y trataron de bloquear los intentos por remontar el Paraná.
Solís, muerto al llegar al Río de la Plata en 1516, probablemente cayó en manos de los guaraníes, quienes retuvieron a uno de los primeros cautivos de que se tenga noticia en la Conquista: Francisco del Puerto, rescatado por Gaboto diez años más tarde.[7]
Estas primeras expediciones hicieron nacer el mito español de las “Sierras del Plata”, originado entre las comunidades de los ríos por sus relatos y corroborado por algunos objetos encontrados.La codicia alimentada por la fiebre de hallar un paso que comunicara con el Perú hizo lo demás.
Una de las más poderosas expediciones lanzadas por España (se habla de más de diez naves y cerca de 2500 hombres) llegó al Río de la Plata en 1535. Un año más tarde se funda “Nuestra Señora de Santa María del Buen Aire”, que desde un principio es asediada por los querandíes,quienes destruyen los puestos de avanzada que rodean la ciudad forzando su evacuación total.
La expedición de Mendoza termina en un fracaso estrepitoso, pero algunas pertenencias quedan en esta tierra. Se destacan entre ellas alrededor de cien yeguas y caballos que se internan libres a devorar las praderas. En ellas los esperaban aún sin saberlo los guerreros tehuelches, dispuestos a una transformación integral de su cultura por la apropiación y el dominio de sus nuevos e inesperados aliados.
Durante unos años ese territorio permanece libre, hasta que Juan de Garay, con la consigna de “reabrir la puerta de la tierra”, refunda Buenos Aires en 1580 trayendo para ello a setenta familiasespañolas y mestizas además del apoyo de familias guaraníes de Asunción. Ante el nuevo intento de los intrusos, los querandíes atacaron una vez más pero fueron rechazados con grandespérdidas, entre ellas las del cacique Tabobá, lo que generó un gran repliegue hacia el interior de la provincia.
Hicieron una última tentativa en 1583 al tomar conocimiento de la muerte de Garay a manos de otras parcialidades querandíes en el río Paraná, pero también fueron rechazados.
La heroica estrella querandí se fue apagando. Durante veinte años sus comunidades raleadas por los continuos combates se fueron diluyendo entre los grupos tehuelches septentrionales cuando no se extinguieron lentamente hasta desaparecer. [p. 92,93]UNA REALIDAD EN TRA
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